PLANIFICACIÓN
PERSONAJES DE LA NOVELA POLICIAL
NIVEL : Decimo EGB
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ESPECIALIDAD: Lengua y
Literatura
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AREA: Lengua
y Literatura
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AÑO LECTIVO: 2013 - 2014
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ASIGNATURA: Lengua y Literatura
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AÑO EGB: Décimo
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GRUPO/PARALELOS: “A” “B”
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DOCENTE: Lcda. Myriam Velecela
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EJE TRANSVERSAL:
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Escuchar leer
escribir para la integración social
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EJE CURRICULAR INTEGRADOR
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Escuchar leer
escribir para la integración social
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EJES DE APRENDIZAJE:
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Estética Integral de la Literatura (escuchar,
leer, escribir, texto, literatura.)
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BLOQUE CURRICULAR:
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Bloque 2: Novela policial: Personajes
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DESTREZA CON CRITERIO DE DESEMPEÑO
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- Reconocer a los personajes en la novela policial.
- Análisis de relatos policíacos desde sus persoinajes.
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OBJETIVO EDUCATIVOS ESPECÍFICOS:
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Comprender,
analizar y producir relatos policiales
apropiados con la especificidad literaria para valorar, disfrutar, conocer y
criticar desde la expresión y apreciación artística.
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ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Y/O ESTRATEGIAS METODOLOGICAS
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RECURSOS
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EVALUACIÓN
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INDICADORES ESENCIALES DE
AEVALUACIÓN
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TÉCNICA
INSTRUMENTO ACTIVIDADES
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ANTICIPACIÓN
-
Recordar los aspectos principales de la novela
policial.
-
¿Qué es un personaje?
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO
-
Lectura del texto
-
Explicación sobre cada
personaje dentro de la novela policial
-
Características de los personajes de la novela
policial.
CONSOLIDACIÓN
-
Socialización
-
Comentarios acerca de series
o películas vistas por el alumno y deferencias a sus personajes dentro de
ellas.
-
Leer el relato policial: El extraño caso de los molinos
de Guillermo Bertini y reconocer
a los personajes propios de la novela policial.
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Humanos:
Profesor
Físicos:
Texto
Técnicos:
Plataforma virtual
Internet
Infoqus
Computador
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Reconocer en un novela o cuento policial los
elementos básicos que la conforman: personajes
-
Realizar un cuadro sinóptico sobre los personajes
de la novela policial.
-
-
Leer un relato policial en el que se reconocen los elementos básicos del
género policial y reconocer a los personajes propios de dicho género en la
obra: El
extraño caso de los molinos de Guillermo
Bertini
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Realizar actividades
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2.- BIBLIOGRAFÍA:
Texto de lengua y literatura de décimo año de educación básica
VERA,
Jorge. El destino: Lo policíaco.
Editorial el conejo, 2002
PERSONAJES DE LA NOVELA POLICIAL
Los personajes son pieza fundamental en la novela policial. Se presentan en una perspectiva
entitética: el policía, detective o inspector y el asesino o espía; o sea, los
buenos contra los malos. Por lo general son personas que tienen caracteres bien
definidos y no evolucionan a lo largo del relato.
En fin, es indudable que hablar de novela policial es adentrarse en el conocimiento de un género apasionante. ¿Quién no ha perdido el sueño tratando de alcanzar el final incierto de una novela de este género? ¿Quién no quedo sorprendido o indignado con un final inesperado? O continuó pensando en ella muchos días después de haber terminado el libro?
¿Qué opinas tu?
Ejercicio
¿Qué opinas tu?
Ejercicio
Formas grupos
de 5 personas y realizar el siguiente ejercicio:
Reconocer a los siguientes
personajes en el relato policial:
El extraño caso de los molinos
El extraño caso de los molinos
Detective
Acompañante
Sospechosos
Asesino
Víctima
El
extraño caso de los molinos
Guillermo Bertini
La denuncia había llegado a la
seccional policial del departamento de Los Molinos pasada la medianoche. Un
lugareño daba cuenta de que un automóvil se había desviado de su curso sobre el
camino de cornisa y se había desbarrancado unos 50 metros, para quedar
semihundido en las aguas del lago. Dentro del vehículo se hallaba el cuerpo de
una mujer.
El timbre del teléfono lo despertó súbitamente. El oficial Camaratta profundamente dormido yacía desparramando su desnudez al lado de su joven amante. Había sido una ardorosa noche de lujuria y placer.
-¿¡Inspector!?- sondeó con temor el agente de guardia
- ¿¡Y ahora qué pasa…!? – contestó muy molesto el oficial.
-Se produjo un accidente automovilístico en la ruta 5 a la altura del kilómetro 68 y el Jefe ordenó que Ud. se hiciera cargo del caso. Parece que se trata de un femenino muerto y… La comunicación se cortó violentamente.
Gustavo González era un importante empresario de la construcción. Su relación matrimonial no pasaba por un buen momento con su esposa, dueña de una boutique. Si bien el negocio prosperaba, en lo sentimental, las cosas no andaban nada bien. Desde hacía tiempo, ella trataba de mitigar su depresión bebiendo alcohol y tomando estupefacientes. Por eso nunca conducía el automóvil.
Ese día, su marido la había persuadido para que realizaran un viaje de fin de semana a Córdoba. Él tenía que viajar por asuntos de negocios. Al principio ella se rehusó, pero finalmente accedió con la esperanza de que la relación conyugal mejoraría.
Emprendieron el viaje un viernes por la noche. A la altura de la localidad de Los Molinos, el automóvil comenzó a fallar y decidieron detenerse en un Motel. En la habitación contigua Martín Vedia y Emma Van Riet miraban televisión y bebían cerveza. Una hora después, González retomaba el viaje a la ciudad de Córdoba en compañía de una mujer.
Al amanecer, González y su acompañante se habían registrado en un lujoso hotel de la ciudad. Después, él se bañó, se cambió y salió con prisa para no llegar tarde a un importante encuentro de negocios. Terminada la reunión, González pasó a buscar a la mujer por el hotel y juntos fueron a almorzar a un exclusivo restaurante. Durante la comida, ella abusó del alcohol. Inesperadamente, se levantó de la mesa como un rayo y sumida en un ataque de locura protagonizó una escena de celos. En seguida comenzó a gritar y a arrojar la vajilla contra el piso y las paredes. Así lo relataron la camarera, y otros comensales, en su declaración testimonial.
Entrada la noche, y ante la mirada absorta de varios huéspedes y empleados del hotel, la pareja mantuvo una fuerte discusión que no llegó a mayores porque intercedió el conserje. En esas circunstancias, ella lo había sentenciado que pediría el divorcio y que esa misma noche regresaría a Bs. As. En presencia de todos dejó bien en claro su firme determinación de no volver a verlo nunca más. Luego se retiró muy ofuscada, y presurosa se dirigió a la cochera. Se fue en el mismo auto que habían llegado. Pasadas dos horas, González recibió un llamado telefónico.
- Ella acaba de llegar - se escuchó en el Nextel
- Listo… ¡háganlo ya!- ordenó González.
Con los primeros rayos del sol Camaratta llegó al lugar del accidente. Su estado era deplorable y no podía disimular el malhumor. Los bomberos realizaban las maniobras previas al rescate y una vez retirado el cuerpo sin vida de la mujer fue puesto sobre una camilla. Con cuerdas y arneses, lo subieron hasta el costado del camino. Allí aguardaba la ambulancia que lo llevaría hasta la morgue judicial. Mientras tanto, los peritos inspeccionaban el coche tratando de determinar si el accidente se habría provocado por alguna falla técnica.
Cerca del mediodía Gustavo González fue avisado del accidente sufrido por su esposa y se le informó que debía presentarse en la seccional policial para prestar declaración testimonial. Los datos del vehículo y de la mujer fallecida coincidían con los registrados en el libro del hotel.
Después de recibir la noticia, González hizo un llamado telefónico.
- Ya está acreditada la guita en tu cuenta- se apresuró a decir.
Luego, partió en un taxi con destino a la morgue judicial del hospital de Los Molinos. Debía reconocer el cuerpo de su esposa.
La seccional de policía olía a churrasco quemado. González se acreditó en la mesa de entrada y pidió hablar con Camaratta. Después de esperar algunos minutos entró a la oficina del oficial. En la puerta se leía un corroído cartel que decía: Departamento de Investigaciones. Insp. Camaratta. El oficial se balanceaba sobre un destartalado sillón giratorio. “Este es el tipo que me jodió la noche” -pensó – mientras lo invitaba a sentarse sin saludarlo. Después de corroborar los datos personales y otras formalidades comenzó a tomarle declaración. Al costado del escritorio, otro miembro de la fuerza hacía malabares para escribir “con dos dedos” en una vieja Remington. González respondió con seguridad las preguntas del oficial, pero no podía disimular lo incómodo de la situación. Culminados los trámites de rigor y habiendo reconocido el cuerpo de su esposa, el Inspector le autorizó el traslado y le prometió que iba a tenerlo al tanto de cualquier novedad.
Al día siguiente llegaron dos sobres a la oficina del Inspector Camaratta. Uno contenía los informes del peritaje técnico del automotor, donde los peritos se expedían categóricamente: las causas del accidente no se debieron a fallas técnicas del automóvil. En el otro, el médico forense señalaba que las contusiones y heridas que presentaba el cuerpo de la mujer fueron producto del accidente y no de otras causas. En las conclusiones se expresaba que los análisis de sangre habían revelado la presencia de barbitúricos y otros medicamentos psiquiátricos. Agregaba además, que le había sido extraída gran cantidad de agua de los pulmones. El reporte daba por cierto que las causas que provocaron el deceso habían sido la pérdida del control del vehículo y consecuentemente la asfixia por ahogo.
En algún banco de la ciudad de Bs. As., una mujer había realizado una transferencia al exterior por una importante y jugosa suma de dinero. Después tomó su valija y se dirigió hacia el aeropuerto de Ezeiza, donde abordó el vuelo de las 18.35 con destino a Bruselas.
El Inspector Camaratta introdujo el expediente en un gran sobre de papel madera, humedeció la pestaña con la lengua y lo cerró a golpes con la palma de la mano.
Un tiempo después, el juez descartaba la hipótesis de un atentado y archivaba definitivamente la causa, estableciendo que se trató de una muerte por accidente derivada de la conducta imprudente del conductor.
Los húmedos cuerpos desnudos y exhaustos descansaban sobre la descomunal cama de un lujoso piso de la Av, Libertador. Descorcharon la botella del champagne francés y se besaron apasionadamente…
- ¡Te amo!- dijo Gustavo González.
- ¡Con toda mi alma! – respondió Martín Vedia
El timbre del teléfono lo despertó súbitamente. El oficial Camaratta profundamente dormido yacía desparramando su desnudez al lado de su joven amante. Había sido una ardorosa noche de lujuria y placer.
-¿¡Inspector!?- sondeó con temor el agente de guardia
- ¿¡Y ahora qué pasa…!? – contestó muy molesto el oficial.
-Se produjo un accidente automovilístico en la ruta 5 a la altura del kilómetro 68 y el Jefe ordenó que Ud. se hiciera cargo del caso. Parece que se trata de un femenino muerto y… La comunicación se cortó violentamente.
Gustavo González era un importante empresario de la construcción. Su relación matrimonial no pasaba por un buen momento con su esposa, dueña de una boutique. Si bien el negocio prosperaba, en lo sentimental, las cosas no andaban nada bien. Desde hacía tiempo, ella trataba de mitigar su depresión bebiendo alcohol y tomando estupefacientes. Por eso nunca conducía el automóvil.
Ese día, su marido la había persuadido para que realizaran un viaje de fin de semana a Córdoba. Él tenía que viajar por asuntos de negocios. Al principio ella se rehusó, pero finalmente accedió con la esperanza de que la relación conyugal mejoraría.
Emprendieron el viaje un viernes por la noche. A la altura de la localidad de Los Molinos, el automóvil comenzó a fallar y decidieron detenerse en un Motel. En la habitación contigua Martín Vedia y Emma Van Riet miraban televisión y bebían cerveza. Una hora después, González retomaba el viaje a la ciudad de Córdoba en compañía de una mujer.
Al amanecer, González y su acompañante se habían registrado en un lujoso hotel de la ciudad. Después, él se bañó, se cambió y salió con prisa para no llegar tarde a un importante encuentro de negocios. Terminada la reunión, González pasó a buscar a la mujer por el hotel y juntos fueron a almorzar a un exclusivo restaurante. Durante la comida, ella abusó del alcohol. Inesperadamente, se levantó de la mesa como un rayo y sumida en un ataque de locura protagonizó una escena de celos. En seguida comenzó a gritar y a arrojar la vajilla contra el piso y las paredes. Así lo relataron la camarera, y otros comensales, en su declaración testimonial.
Entrada la noche, y ante la mirada absorta de varios huéspedes y empleados del hotel, la pareja mantuvo una fuerte discusión que no llegó a mayores porque intercedió el conserje. En esas circunstancias, ella lo había sentenciado que pediría el divorcio y que esa misma noche regresaría a Bs. As. En presencia de todos dejó bien en claro su firme determinación de no volver a verlo nunca más. Luego se retiró muy ofuscada, y presurosa se dirigió a la cochera. Se fue en el mismo auto que habían llegado. Pasadas dos horas, González recibió un llamado telefónico.
- Ella acaba de llegar - se escuchó en el Nextel
- Listo… ¡háganlo ya!- ordenó González.
Con los primeros rayos del sol Camaratta llegó al lugar del accidente. Su estado era deplorable y no podía disimular el malhumor. Los bomberos realizaban las maniobras previas al rescate y una vez retirado el cuerpo sin vida de la mujer fue puesto sobre una camilla. Con cuerdas y arneses, lo subieron hasta el costado del camino. Allí aguardaba la ambulancia que lo llevaría hasta la morgue judicial. Mientras tanto, los peritos inspeccionaban el coche tratando de determinar si el accidente se habría provocado por alguna falla técnica.
Cerca del mediodía Gustavo González fue avisado del accidente sufrido por su esposa y se le informó que debía presentarse en la seccional policial para prestar declaración testimonial. Los datos del vehículo y de la mujer fallecida coincidían con los registrados en el libro del hotel.
Después de recibir la noticia, González hizo un llamado telefónico.
- Ya está acreditada la guita en tu cuenta- se apresuró a decir.
Luego, partió en un taxi con destino a la morgue judicial del hospital de Los Molinos. Debía reconocer el cuerpo de su esposa.
La seccional de policía olía a churrasco quemado. González se acreditó en la mesa de entrada y pidió hablar con Camaratta. Después de esperar algunos minutos entró a la oficina del oficial. En la puerta se leía un corroído cartel que decía: Departamento de Investigaciones. Insp. Camaratta. El oficial se balanceaba sobre un destartalado sillón giratorio. “Este es el tipo que me jodió la noche” -pensó – mientras lo invitaba a sentarse sin saludarlo. Después de corroborar los datos personales y otras formalidades comenzó a tomarle declaración. Al costado del escritorio, otro miembro de la fuerza hacía malabares para escribir “con dos dedos” en una vieja Remington. González respondió con seguridad las preguntas del oficial, pero no podía disimular lo incómodo de la situación. Culminados los trámites de rigor y habiendo reconocido el cuerpo de su esposa, el Inspector le autorizó el traslado y le prometió que iba a tenerlo al tanto de cualquier novedad.
Al día siguiente llegaron dos sobres a la oficina del Inspector Camaratta. Uno contenía los informes del peritaje técnico del automotor, donde los peritos se expedían categóricamente: las causas del accidente no se debieron a fallas técnicas del automóvil. En el otro, el médico forense señalaba que las contusiones y heridas que presentaba el cuerpo de la mujer fueron producto del accidente y no de otras causas. En las conclusiones se expresaba que los análisis de sangre habían revelado la presencia de barbitúricos y otros medicamentos psiquiátricos. Agregaba además, que le había sido extraída gran cantidad de agua de los pulmones. El reporte daba por cierto que las causas que provocaron el deceso habían sido la pérdida del control del vehículo y consecuentemente la asfixia por ahogo.
En algún banco de la ciudad de Bs. As., una mujer había realizado una transferencia al exterior por una importante y jugosa suma de dinero. Después tomó su valija y se dirigió hacia el aeropuerto de Ezeiza, donde abordó el vuelo de las 18.35 con destino a Bruselas.
El Inspector Camaratta introdujo el expediente en un gran sobre de papel madera, humedeció la pestaña con la lengua y lo cerró a golpes con la palma de la mano.
Un tiempo después, el juez descartaba la hipótesis de un atentado y archivaba definitivamente la causa, estableciendo que se trató de una muerte por accidente derivada de la conducta imprudente del conductor.
Los húmedos cuerpos desnudos y exhaustos descansaban sobre la descomunal cama de un lujoso piso de la Av, Libertador. Descorcharon la botella del champagne francés y se besaron apasionadamente…
- ¡Te amo!- dijo Gustavo González.
- ¡Con toda mi alma! – respondió Martín Vedia